lunes, 19 de julio de 2010

Utopía - Capítulo V

"Los meses seguidos fueron una lucha constante entre la vida y la muerte. Caminando siempre en esa línea delgada y dolorosa llamada agonía. A veces me pongo a pensar en la fuerza que un evento desafortunado imprime en los seres humanos, y los hace unirse de tal forma que la angustia, y el dolor se aminoran. Es como un mecanismo de protección; como un sistema que disipa las cosas malas y las hace mas llevaderas, menos pesadas"... 

Verónica levantó su mirada, como tratando de encontrar más palabras que encajaran perfectamente en lo que quería decir. Tratando de describir de la forma más detallada posible cómo todo había ocurrido. Confundiendo un poco lo real con lo no real; como tratando de mezclar limón con azúcar, sólo para hacerlo mas comible.

El lápiz que sostenía en su mano temblaba levemente, y el silencio que invadía la habitación hacía que su respiración retumbara entre esas cuatro paredes. Frente a ella, un escritorio, montones de hojas esparcidas por todas partes, tazas de café frías sin haber sido probadas, un cenicero rebosado de cenizas, y una lámpara de mesa, con una luz amarillenta, y poco potente.


Verónica volvió sus ojos al papel y siguió escribiendo: "El día que todo terminó, parecía haber sido el día más tranquilo desde que todo ésto comenzó. Paradójicamente, Antonio durmió ininterrumpidamente esa noche. A la mañana siguiente, se despertó con una sonrisa muy bella en la boca. Como hace tiempo no sucedía, su semblante atormentado se había convertido en uno llenísimo de tranquilidad. Ese día hablamos por horas acerca del día en que nos conocimos, de lo improbable que era habernos encontrado en ese mapa que él dibujó ese día en aquella servilleta, de lo hermoso que es cuando el universo conspira para que algo suceda, y de cómo nuestra condición humana es incapaz de asumir serenamente cuando todo debe acabar. Antonio me tomó en sus brazos, y pude sentir sus costillas. Era evidente la pérdida de peso, y cada día se hacia mas evidente".

Cuando escribió la última letra tiró la hoja de papel al piso, y buscó rápidamente una que estuviera en blanco para continuar plasmando las ideas que forcejeaban ferozmente por salir de su mente. Bajo la lámpara, aún quedaban algunas hojas en blanco, así que tomó una, y prosiguió: "Aquella fue la tarde más tranquila que habíamos pasado en meses. Nos reímos de todo y de nada; reconstruímos aventuras en nuestras mentes, y nos burlamos el uno del otro. Ese día, sentí la esperanza de volver a estar con mi Antonio, ese que yo amo tanto y que la vida me arrebató".

Su respiración cada vez se agitaba más, como sumergiéndose irremediablemente en una realidad paralela que la alteraba, pero que al mismo tiempo la aliviaba. Era como recordar, imaginar, fantasear. Tomar un suceso, como si fuera de arcilla, y amasarlo, y darle forma, aunque siguiera siendo arcilla, pero su forma sería mucho mas agradable, mas apreciable y mas aceptable.

"Siempre me había preguntado si la gente presentía de alguna manera el preciso momento en el que iba a morir, si se sentía alguna cosa, o si simplemente llegaba por sorpresa, como un rayo que impacta algo y lo desaparece. Pues ese último día, pareciese que los dos supiéramos que iba a ser el último. No hay una razón que lo pueda explicar, ni algo objetivo que pudiese asociar a ello. Fue más como un ardor en el pecho, totalmente incierto, pero que algo te dice que debes seguir. Si hay algo que haya sentido en mi vida que pueda llamar 'Ímpetu' sería ese momento".

"Mi Antonio me miró por última vez con el amor más puro que haya existido. En su mirada no había angustia, ni dolor. Tomó mi mano, la besó, y la puso sobre su pecho. Yo lo miraba atónita, como contemplando un milagro divino. Así, nos miramos por unos segundos y su respiración se fue desvaneciendo. Mi mano en su pecho advirtió que su corazón había dejado de latir. No hubo entonces llanto, ni dolor, ni desesperación... solo hubo amor. Cerré mis ojos y le entregué la parte de mi vida que le correspondía. Ese día, con él, murió gran parte de mi existencia". En ese punto, el panorama había cambiado radicalmente. Verónica ya no estaba aturdida, y tratando de sacar de sí las palabras, como si fueran dagas venenosas, sino tranquila, anestesiada... exorcizada.

En ese momento alguien tocó a la puerta. A decir verdad Verónica no había visto a nadie desde que todo eso había sucedido, y no tenía ganas de ver a nadie en ese momento. Así que se quedó muy quieta, con el fin de hacerle pensar al visitante que la casa estaba vacía, y que abandonara el lugar. Escuchó como golpeaban la puerta una y otra vez incesacentemente. Escuchó una voz que llamaba su nombre. Esa voz la remontaba a su niñez. Un sabor de auténtico dulce de leche añejo invadió su boca, y supo que un vago pretérito venía a encararla.

JS

4 comentarios:

Lina M. dijo...

Me alegra mucho haber llegado a tu blog. La verdad todo lo que escribes me gusta, pero este capitulo me parece especialmente bueno. Exitos!

J¤ħ₪nna dijo...

Muchísimas gracias. El próximo capítulo será el final. Me alegra que te haya gustado.

www.poemasparamiamor.blogspot.com dijo...

J¤ħ₪nna hola. venfo a agradexcerte tu paso por mi blog www.enmemoriadetuamor.blogspot.com, y a decirte que el amor llega, en el momento justo, y que solo hay q estar atntas para q no pase de largo, besitos y felicitaciones por tu vblog, te invito a pasar por www.poemasparamiamor.blogspot.com, espero te guste.

J¤ħ₪nna dijo...

Es muy cierto. Llega en el momento justo y se va en el momento justo. Muchas gracias! =)

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